miércoles, 16 de noviembre de 2011

Recursos expresivos, géneros literarios, tópicos

1. La comunicación literaria
La comunicación común se diferencia de la literaria en que el emisor y el receptor deben estar inmersos en la misma situación y en el mismo tiempo. También el mundo de las ideas, costumbres, etc, al que se refiere el emisor en su mensaje, debe ser el del receptor. En cuanto al código, si el emisor quiere que el receptor entienda el mensaje referencial que le envía, deberá emplear un lenguaje literal, denotativo, frente al figurado, connotativo, propio de la comunicación literaria.
Comparemos estos dos modos de comunicación:


1.
“Tú y yo no acabaremos bien porque nuestros caracteres son incompatibles.”


2.
“Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme!…
¡No pudo ser!”


El primero es una comunicación común, el segundo es una comunicación literaria, propia de la poesía (pertenece a una Rima de Bécquer). Los poemas, los cuentos, las obras de teatro, etc., pertenecen al grupo especial de comunicación llamada Literatura. Veamos cuáles son sus principales características:
La primera está relacionada con el emisor o autor de la obra y el receptor, lector o espectador de teatro: el emisor y el receptor pueden ser contemporáneos pero ignorarse mutuamente o pertenecer a épocas diferentes. Una vez publicada la obra, el emisor o escritor no puede modificarla.
La segunda tiene que ver con el mundo que refleja la obra literaria (conjunto de ideas, visión de la realidad, costumbres de la época…) : ese mundo puede no ser el del receptor, pero éste lo acepta como algo convencional (caso de la Novela picaresca, que refleja un mundo perteneciente a los Siglos de Oro de nuestra literatura).
La tercera característica se refiere al uso de la lengua literaria, la cual es una derivación de la lengua común pues, aunque emplea sus palabras, las relaciones que establece entre ellas se desvían del uso cotidiano y lo llena de connotaciones (otros significados secundarios y subjetivos de las palabras), dando lugar al llamado lenguaje figurado.



La función poética




La función poética es la propia del código literario, y se da cuando el escritor emplea el lenguaje para llamar la atención del lector sobre la forma del mensaje (estilo elaborado, belleza…) presente en la obra literaria. Observa los dos ejemplos siguientes:

1.
“El arpa se encontraba cubierta de polvo en el ángulo oscuro del salón.”


2.
“Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.”
G. A. Bécquer


En el primer ejemplo no actúa la función poética, sólo la referencial o representativa. En el segundo, sí: entre otros rasgos poéticos, emplea una métrica (versos, estrofa) determinada, alteración del orden de las palabras (hipérbaton), rima (asonante en los versos pares), ritmo propio de la poesía (acento en la tercera, sexta y novena sílaba de los tres primeros versos; y en la segunda y quinta del cuarto verso), personificación (se atribuye al arpa una cualidad humana, la de estar silenciosa), adjetivación abundante (oscuro, olvidada, silenciosa, cubierta), etc.


Pero donde mejor se nota sin duda la función poética del texto es en la utilización de las llamadas figuras retóricas o recursos expresivos en él. Veamos algunos de los más frecuentes.


Antítesis: consiste en enfrentar pensamientos opuestos para resaltar la idea central; se emplean generalmente los antónimos. “Ayer era rey de España / y hoy no soy de una villa.”


Perífrasis: se da cuando el autor expresa con varias palabras lo que se puede decir con una sola o muy pocas. “Oh sagrado mar de España, / famosa playa serena…” (en vez del Mar Mediterráneo).


Hipérbole: recurso que desfigura conscientemente la realidad aumentando o disminuyendo sus rasgos fundamentales. “Érase un hombre a una nariz pegado.”

Asíndeton: suprime intencionadamente los nexos que unen palabras, sobre todo, formas verbales, u oraciones para conseguir viveza y dinamismo. “Acude, corre, vuela, / traspasa la alta sierra, ocupa el llano, no perdones la espuela.”

Polisíndeton: figura contraria, acumula nexos, sobre todo, la conjunción y, entre palabras u oraciones para destacar unas y otras. “Y el santo de Israel abrió su mano, / y las dejó y cayó en despeñadero / el carro y el caballo y caballero.” Calambur: juego de palabras que consiste en unir las sílabas de dos palabras diferentes para crear otra, o bien separar las sílabas de un vocablo para lograr uno nuevo. “Entre el clavel y la rosa, / su majestad escoja.”

Personificación: atribuye cualidades y acciones de seres animados o corpóreos a seres inanimados o abstractos. “La tierra se estremece alborozada.”

Anáfora: se da cuando una palabra se repite al principio de dos o más versos u oraciones. “Temprano levantó la muerte el vuelo / temprano madrugó la madrugada, / temprano estás rodando por el suelo.”

Retruécano: se forma cuando una frase está compuesta por las mismas palabras que la anterior, pero en orden inverso. “¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”

Elipsis: se omite algún elemento de la oración porque se sobreentiende. “Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; por un beso…¡yo no sé / qué te diera por un beso!” (Se suprime el verbo dar en los tres primeros versos.)

Aliteración: consiste en repetir unos mismos sonidos en varias palabras próximas para imitar fenómenos naturales. “En el silencio sólo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba.”

Paronomasia: tiene lugar cuando aparecen cercanas dos palabras muy semejantes en los sonidos, pero con significación diferente. “La verdad padece, pero no perece.”

Hipérbaton: ocurre cuando se altera el orden normal de los elementos de una oración. “Cerca del Tajo, en soledad amena, / de verdes sauces hay una espesura.” (Hay una espesura de sauces verde cerca del Tajo en soledad amena).

Símil o comparación: se compara un hecho o ser real con otro que tiene parecidas cualidades por lo general mayores. “Brillaban / como aceros los ojos victoriosos.”

Metáfora: se da cuando el ser real se identifica con el imaginario en virtud de cierta semejanza que hay entre ellos. “Por donde traza el Duero / su curva de ballesta. “ Existen matáforas de muchos tipos.

Epíteto: es un adjetivo de adorno e innecesario que embellece la expresión. “Y las doradas abejas / iban fabricando en él / con las amarguras viejas / blanca cera y dulce miel.” (doradas, blanca, dulce)

Paralelismo: consiste en repetir dos más versos u oraciones seguidos variando el final. “El Dios que todos llevamos, / el Dios que todos hacemos, / el Dios que todos buscamos.”

Ironía: consiste en expresar una idea con palabras que significan lo contrario. “Comieron una comida eterna sin principio ni fin.”

Alegoría: tiene lugar cuando se encadenan varias metáforas formando una unidad de significado. “Pobre barquilla mía / entre peñascos rota/ sin velas, desvelada / y entre las olas sola.” (barquilla: alma; peñascos: problemas; olas: adversidades; sin velas: extraviada).

Metonimia: consiste en nombrar un objeto con el nombre de otro cuando entre ambos existe una relación de contigüidad, de causa y efecto, del lugar por el objeto que de él procede, de la parte por el todo, etc. “En el estadio no cabía un alma más.” “Camarero, sírvame un jerez, por favor.”



Actividadesa) Explica la diferencia de los elementos de la comunicación presentes en estos dos tipos de mensaje: el de una noticia emitida por la radio y el del ejemplo que te propongo de paralelismo en la lección.
b) Inventa un ejemplo de comunicación común y luego transfórmalo en comunicación literaria. Di qué características de las apuntadas en la lección se dan en los dos tipos de comunicación propuestos por ti.
c) Clasifica los recursos expresivos de la unidad según los grupos del cuadro de las figuras retóricas.
d) Localiza metáforas, epítetos, comparaciones y elipsis en los ejemplos siguientes y explica la respuesta:


“En la agostada senda
he visto al buen lagarto
(gota de cocodrilo)
meditando.”
F. G. Lorca



“¡Perla del mar!,¡estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba!, tu brillante cielo
la noche cubre con opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.”
G. Gómez de Avellaneda

“Cercenado tiene el brazo,
mas entero el corazón.
La mesa tiene delante,
los jueces en derredor,
los corchetes a la puerta
y en la derecha el bastón.”
José Zorrilla

“La niña, rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.
Su dedo, blanco velero,
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.”
Rafael Alberti


e) Identifica las figuras literarias de los siguientes textos:

“Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los lirios glaucos.”
Manuel Machado

“Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.”
Fray Luis de León

f) Explica la anáfora, la antítesis, la personificación y la perífrasis que hay en los siguientes textos:

“Las blancas hijas de las conchas bellas.”
“Tan airoso, tan ligero, tan gallardo era su porte.”
“Goza tu juventud y tu hermosura, oh sol.”
“Cuando quiero llorar, no lloro
y, a veces, lloro sin querer.”


g) Haz lo mismo con la asíndeton, la elipsis, la metáfora los siguientes:

“Y ella sola es el rumor, y la armonía, y el estruendo, y la luz,
y la elocuencia, y la poesía, y el arte, y la hermosura.”
“Llegué, vi, vencí.”
“Esquilas dulces de sonoras plumas.”
“Lo bueno, si breve, dos veces bueno.”




2. Los géneros literarios
Los géneros literarios son los grupos en que se pueden clasificar las obras literarias atendiendo a unas características comunes (temática, métrica, etc.). La distinción entre géneros se observa ya en la República de Platón y en la Poética de Aristóteles; uno y otro hablan de tres maneras de ficciones poéticas semejantes a la narración, la poesía y el teatro, que para el segundo se originan en el modo de ser innato de la persona.
Así pues, estos son los tres grandes géneros literarios que el paso del tiempo ha ido consolidando:

El épico o narrativo, cuya difusión comenzó haciéndose a través de la relación oral. Pertenecen a él subgéneros en verso, como la epopeya, el poema épico o el romance, entre otros, aunque este último puede contener elementos líricos también. Y subgéneros en prosa, entre los cuales destacan la novela, el cuento, la biografía o la leyenda (que también puede aparecer en verso). Al género épico pertenecen las obras que narran hechos ficticios ajenos al autor. En la narrativa la función dominante es la referencial pues el narrador aparece como testigo de unos hechos protagonizados por los personajes que él mismo ha inventado.



“La abuela escudriñaba el mar con sus gemelos de teatro, que desempañaba con una punta de su pañuelo, y nada, nada. Un par de veces, muy altos, pasaron aviones enemigos. Sin embargo, algo había, como un gran mal, debajo de la tierra, de las piedras, de los tejados, de los cráneos. Cuando en el pueblo caía la hora de la siesta, o al resguardo de cualquier otra quietud, en esos momentos como de espera, resonaban en las callejuelas las pisadas de los hermanos Taronjí. Los Taronjí, con sus botas altas, sus guerreras a medio abotonar, rubios y pálidos, con sus redondos ojos azules, de bebés monstruosos y sus grandes narices judías.”
Ana María Matute



El lírico, que empezó difundiéndose por medio del canto. Subgéneros suyos son, entre otros, la canción, la oda, la elegía, la égloga, el madrigal o la letrilla. El género lírico engloba todas aquellas producciones literarias en las que su autor nos confiesa sentimientos íntimos. De ahí que la función propia de este género sea la expresiva.

“Acabo de volver
y traigo el pecho
repleto de latidos
de cirios y de azudas
de mi sonante Duero,
del río besador de aceñas y murallas,
del agua que alimenta mis raíces.
Y compruebo que sigo siendo algo
del niño que ayer fui
cuando subía
aquellas cuestas hechas a las andas
de divinos yacentes.”
E. Conde






El dramático, cuya difusión empezó siendo la representación escénica. A él pertenecen la tragedia, la comedia o el drama, entre otros subgéneros. En el género dramático el autor cuenta hechos y confiesa sentimientos valiéndose de unos personajes que dialogan en un escenario. En el dramático la función dominante es la apelativa pues la intención del dramaturgo es influir en los espectadores para conmover su corazón o variar su conducta.

“LEANDRO.-¿Qué es esto, Crispín? ¿Qué pretendes? ¿Hasta dónde has de llevarme con tus enredos? ¿Piensas que lo creí? Tú pagaste a los espadachines; todo fue invención tuya. ¡Mal hubiera podido valerme contra todos si ellos no vinieran de burla!
CRISPÍN.- ¿Y serás capaz de reñirme, cuando así anticipo el logro de tus esperanzas?
LEANDRO.- No, Crispín, no. ¡Bien sabes que no! Amo a Silvia y no lograré su amor con engaños, suceda lo que suceda.
CRISPÍN.- Bien sabes lo que ha de sucederte… ¡Si amar es resignarse a perder lo que se ama por sutileza de conciencia…, que Silvia misma no ha de agradecerte.
LEANDRO.- ¿Qué dices? ¡Si ella supiera quién soy!”
J. Benavente

Sin embargo, a los tres anteriores, suelen añadirse otros géneros menores aunque no exentos de interés, entre los cuales figuran:


El didáctico, cuya intención principal es facilitar conocimientos sobre temas variados: morales, religiosos o intelectuales. Pertenecen a él, entre otros, la fábula, la epístola o el ensayo.


El histórico, género entre científico y didáctico que cuenta hechos sucedidos realmente. Con él se relacionan otros como la biografía, las crónicas o las memorias.


El oratorio, cuya intención principal es convencer, se refiere a obras escritas para lograr un resultado práctico y justo, que tienen que ver con intereses religiosos, artísticos, civiles o políticos, sin dejar de lado los literarios.


Actividades


a) Identifica los géneros literarios de los siguientes textos, razonando la respuesta:

1.
“Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla el año 1836. Quedó huérfano muy pequeño y fue recogido por su madrina hasta 1858, en que se trasladó a Madrid para abrirse paso en la vida literaria. Pero en la capital de España sufrió penurias sin cuento hasta que el ministro González Bravo le ofreció un cargo en la administración pública. Se casó con Casta Esteban y tuvo dos hijos con ella. Contrajo la tuberculosis y se alojó unos meses en el Monasterio de Veruela para curarse…”

2.
“Y no es verdad, dolor, yo te conozco;
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.”

3.
“Una vez había un rey que tenía dos hijas hermosísimas. La mayor era voluble y envidiosa y la pequeña trabajadora y sencilla. Un día llegó al reino un príncipe apuesto buscando una mujer para contraer matrimonio. En cuanto vio a la menor hija del rey, se enamoró de ella y pidió su mano. Pero la mayor de las hermanas tramó un plan para ocupar su sitio en el corazón del príncipe…”

4.
“(De Zaragoza a Madrid, en un departamento de segunda)
PEDRO.- ¿Quiere usted comer?
ANTONIO.- Gracias, ¡Que aproveche!
PEDRO.- Vamos a hacer por la vida, que la muerte ya hará por nosotros.
ANTONIO.- Ya lo sabe: de la panza sale la danza.
PEDRO.- ¡Y no lo haga usted! ¡Verá cómo le luce el pelo!
ANTONIO.- De esto nadie se escapa…”

5.
“Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a la par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana…”

6.
“Hojas del árbol caídas,
juguetes del viento son;
las ilusiones perdidas
son hojas, ¡ay!, desprendidas
del árbol del corazón.”

7.
“Los pueblos del Norte apenas hablan. El frío y la nieve les tapa la boca. En Inglaterra las conversaciones más interesantes están prohibias. Es de mal gusto hablar de muertos, de amor, de religión. Es decir, de los temás más importantes del Hombre. El diálogo queda reducido al deporte y a los perros…”




3. Los tópicos literarios

Los tópicos o lugares comunes de la Literatura son ideas, temas, motivos o fórmulas fijas que algunos escritores incluyen en sus obras, siguiendo la tradición de otros que les precedieron en la historia. He aquí algunos de los más conocidos y cultivados:


El “Ubi sunt?”(“ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere?”: ¿dónde están quienes existieron antes que nosotros?”) tiene sus raíces en la Biblia, se renovó en la Edad Media y no se ha dejado de cultivar en tiempos posteriores.

“¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como trajeron?”
Jorge Manrique


El “Beatus ille”, palabras iniciales de un verso de Horacio que significan “feliz aquel”. Con ellas se quiere expresar el deseo humano de alejarse de las inquietudes provocadas por la vida social y refugiarse en la vida tranquila y libre del campo.

“¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda, por donde han idon
los pocos sabios que en el mundo han sido.”
Fray Luis de León






El lamento del ruiseñor o Filomena (nombre que Virgilio da a este pájaro) por el robo de su nido. Tópico muy presente en nuestra Literatura durante los Siglos de Oro (XVI y XVII).

“Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse entre las hojas escondido,
del duro labrador que cautamente
le despojó su caro y dulce nido…”
Garcilaso de la Vega


El “Carpe diem” horaciano, que significa “vive el día o el momento”, muy parecido al “Collige virgo rosas” (“coge, doncella, las rosas”), de Ausonio. Este tema de difrutar de la vida mientras se sea joven también estuvo muy presente en los siglos mencionados y lo siguen siendo en los nuestros.

“Goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”
Luis de Góngora

La “Descriptio puellae”(“retrato de la dama”), relacionado con el “Donna angelicata”, escoge generalmente los siguientes elementos de la dama: el rostro (blanco y rosado), el cabello (de oro, largo y ondulado), los dientes (perlas), el cuello (marfil), etc.

“En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color de vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió…”
Garcilaso de la Vega

El “Locus amoenus” (“lugar ameno”), donde casi siempre hay un prado de flores, árboles que dan sombra, un riachuelo que pone música suave alrededor y aves que cantan…). Entre otros autores, lo utilizó abundantemente Garcilaso de la Vega.

“Movióla el sitio umbroso, el manso viento
el suave olor de aquel florido suelo;
las aves en el freco apartamiento
vio descansar del trabajoso vuelo;
secaba entonces el terreno aliento
el sol, subido en la mitad del cielo;
en el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba”.
Garcilaso de la Vega

El “Locus amoenus” es un tópico relacionado con el de la Edad de Oro y el de la Vida retirada o Menosprecio de corte y alabanza de aldea. De la literatura grecolatina pasa a la renacentista (Garcilaso, Fray Luis de León…) y barroca ( el Cervantes del Quijote, Quevedo o Góngora).

Su opuesto es el “Locus eremus” (“lugar solitario y poco agradable”), que sirve de marco al enamorado cuyos amores no son correspondidos; la naturaleza se impregna de elementos hostiles y desagradables.



El “Sic transit” (“sic transit gloria mundi” : “así se desvanece la gloria del mundo”), tópico muy propio del Barroco, donde el pesimismo se acentúa ante la visión, sobre todo, de cadáveres, despojos, ruinas o flores ajadas, que simbolizan el paso del tiempo y lo efímero de toda clase de esplendor y lozanía en las personas.

“A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron;
que pasados los siglos horas fueron.”
Calderón de la Barca



Actividades


Identifica los tópicos literarios empleados en los siguientes textos:


1.
“Dichoso el que jamás ni ley ni fuero
ni el alto tribunal ni las ciudades
ni conoció del mundo el trato fiero;
que por las inocentes soledades
recoge el pobre cuerpo en vil cabaña
y el ánimo enriquece con verdades. “
Fray Luis de León



2.
“Corrientes aguas, puras, cristalinas;
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedras que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno…”
Garcilaso de la Vega



3.
“Dejad las hebras de oro ensortijado
que el ánima me tienen enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas matizado.
Dejad las perlas y el coral preciado
de que esa boca está tan adornada…”
Francisco de Terrazas

4.
“Cual suele en torno de álamo frondoso
el ruiseñor con dulce voz quejarse
del cazador solícito, que cuando
miraba el edificio artificioso
de su nido amoroso dilatarse,
el salitrado polvo disparando…
Lope de Vega

5.
“Estas que fueron pompa y alegría,
Despertando al albor de la mañana,
A la tarde serán lástima vana,
Durmiendo en brazos de la muerte fría…”
Calderón de la Barca





4.Los mitos
Los mitos, como los tópicos literarios, pertenecen a la tradición literaria. En la medida en que unos y otros sean más o menos conocidos por los lectores, así les parecerán más o menos comprensibles aquellos pasajes de las obras en que se recurra a ellos para imitarlos, parodiarlos o, simplemente, expresar sentimientos y vivencias parecidos a lo que vivieron en la leyenda los dioses, semidioses o héroes de las mitologías que existieron en los inicios de todas las culturas. Así pues, la Mitología se ocupa del estudio de esas historias fabulosas. La que más ha influido en nuestra Literatura ha sido la grecolatina. Primero, los ríos de la Iliada y la Odisea y los de los trágicos griegos, y luego los de la Eneida y los de los poetas latinos dejaron sus aguas mágicas en los ríos de nuestros poetas. En todas las épocas de la Literatura española hay presencias de esos mitos antiguos, aunque es a partir del siglo XV y sobre todo en los Siglos de Oro (XVI y XVII) cuando más se recurre a ellos. Muchos de esos mitos fueron recogidos por el poeta latino Ovidio (siglo V) en Las metamorfosis. Conozcamos algunos de los más repetidos.




El mito de Acis, pastor que, enamorado de la bella Galatea, es aplastado por una roca que le arroja el cíclope Polifemo, celoso de los amores de los dos pastores; aunque los dioses, compadecidos del infortunado Acis, lo convierten en un río. Góngora, entre otros, lo revive en su famoso Poema de Polifemo y Galatea.



El mito de Dafne, ninfa acosada por el dios Apolo que, a punto de ser alcanzada por el dios, se transforma en laurel.; desde ese momento es la planta favorita de Apolo, al que se suele representar tocado con una corona de laurel. En nuestra literatura Garcilaso y Quevedo se sirven de este mito para hablar de sus cuitas amorosas, el primero melancólicamente; el segundo, de manera menos seria.



El de Faetón, que simboliza el peligro que entraña ser excesivamente audaz, recoge la historia del hijo de Apolo que intenta conducir sin éxito el carro del sol, hasta que, amenazando quemar con su fuego a la Tierra, ésta pide ayuda al padre de los dioses, el cual fulmina con uno de sus rayos al atrevido joven. Góngora, entre otros, utiliza este mito en el soneto que comienza “Verdes hermanas del audaz mozuelo”.



El de Hero, sacerdotisa de Afrodita a quien cada noche iba a ver su amado Leandro, atravesando a nado el estrecho que los separaba y guiado por una antorcha que la mujer encendía; pero una noche, desencadenada una tormenta, la antorcha se apagó y Leandro no supo llegar a la costa, por lo que murió ahogado; al día siguiente la sacerdotisa descubrió el cadáver de su amado flotando en la orilla y, desesperada, se arrojó al vacío. El mito ha sido recreado, entre otros, por Boscán en el poema que lleva el nombre de los dos enamorados, Góngora en una letrilla y Quevedo en el soneto que comienza “En crespa tempestad del oro undoso”.



El mito de Ícaro, parecido al de Faetón, cuenta la historia de Ícaro que, tras haberse colocado unas alas que su padre Dédalo le había fabricado con plumas pegadas con cera para que escapara del laberinto en que ambos estaban prisioneros, no hizo caso de las advertencias de su progenitor y se acercó demasiado al sol, con lo que el calor derritió la cera, haciendo que el imprudente joven se precipitase al vacío.



El de Narciso, joven apuesto y hermoso que despreciaba el amor y a cuantas mujeres se le acercaban; a petición de las doncellas despechadas, fue castigado a enamorarse de su propia imagen, reflejada en una fuente, y a morir de inanición junto a ella; de su cuerpo muerto nació la flor que lleva su nombre.



O el de Orfeo, que perdió a su amada Eurídice al ser picada por una víbora y, llorando su muerte ante los dioses del Hades, consigue de éstos que Eurídice vuelva a la vida con la única condición de que Orfeo no se gire para verla; pero el héroe, impaciente, no cumple el requisito de los dioses, y la ninfa se sumerge en las sombras para siempre. Es uno de los mitos más citados. Garcilaso, Góngora y Quevedo, entre otros, se sirvieron de él.

martes, 15 de noviembre de 2011

ALGO DE BÉCQUER


En este caso, una breve selección de Rimas del poeta sevillano y un comentario de texto.
1.



Rima VII

“ Del salón en el ángulo oscuro
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,           5
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay –pensé--. ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,                10
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “¡Levántate y anda!”



Rima X.

“Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada.
Oigo flotando en olas de armonía               5
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
¿Dime?... ¡Silencio!... ¡Es el amor que pasa!”


Rima XXIII.

“Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso…, ¡yo no sé
qué te diera por un beso!”


Rima XXX.

“Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;          5
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?”
y ella dirá: “¿Por qué no lloré yo?”


Rima XLVIII

“Como se arranca el hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él.
Del altar que le alcé en el alma mía            5
la voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aun para combatir mi firme empeño
viene a mi mente su visión tenaz…           10
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!”


Rima LX

“Mi vida es un erial:
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal,
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja."




RIMA II de Bécquer



     "Saeta que voladora
     cruza arrojada al azar,
      y que no se sabe dónde
      temblando se clavará;
      hoja que del árbol seca              5
      arrebata el vendaval,
      sin que nadie acierte el surco
      donde al polvo volverá;
      gigante ola que el viento
       riza y empuja en el mar,          10
       y rueda y pasa, y se ignora
       qué playa buscando va;
       luz que en cercos temblorosos
       brilla próxima a expirar
       y que no se sabe de ellos            15
       cuál el último será.
       Eso soy yo que al acaso
       cruzo el mundo sin pensar
       de dónde vengo ni adónde
        mis pasos me llevarán."              20
  

 
SITUACIÓN

Bécquer es un romántico rezagado que sigue fielmente los postulados del Romanticismo aunque con un tono más contenido y muestra los inicios del simbolismo moderno. En su obra (Leyendas, Cartas Literarias a una mujer, Cartas desde mi celda, etc.) destacan las Rimas, breves composiciones que expresan sentimientos universales como el amor, el dolor, la soledad, la tristeza que causa la muerte... La Rima II pertenece al grupo (Rimas LX, LXVI, LXIX) cuyo tema es el azar del destino del hombre.

CONTENIDO

El destino del poeta se parece respectivamente a una saeta, una hoja de árbol, una ola, una luz... (todos ellos están sujetos al azar; el poeta se pregunta además ¿de dónde venimos? y ¿adónde vamos? El contenido puede dividirse en cinco partes: las cuatro primeras se refieren al destino de los cuatro objetos mencionados (el azar, la incertidumbre y la ignorancia  sobre su fin (versos 1 a 16); y la quinta trata del destino del poeta, también sujeto al azar y a las eternas preguntas sobre su origen y final.

ANÁLISIS

La Rima está formada por veinte versos octosílabos que componen un romance (rima asonante en á en los pares; así que su esquema estrófico es  8- 8a  8- 8a  8- 8a  8-  8a... Abundan los encabalgamientos (el más largo abarca los cuatro últimos versos de la Rima). La misma construcción (antecedente, pronombre relativo, proposición adjetiva) se repite en las cinco partes (saeta que...; hoja que...; gigante ola que...; luz que...; eso soy yo que...), si bien en la última aparece la oración "eso soy yo", como reuniendo en la persona del poeta los destinos de los cuatro objetos o elementos anteriores. El empleo del futuro (se clavará, volverá, será, llevarán) está justificado por la incertidumbre del final de cada uno de los elementos comparados. También hay que añadir hipérbatos (hoja que del árbol seca arrebata el vendaval; qué playa buscando va; y que no se sabe de ellos cuál el último será...), algunos de ellos exigencia de la rima. La polisíndeton del verso 10 (y rueda y pasa, y se ignora) expresa demora, duda,  incertidumbre, tal y como exige el contenido.



CONCLUSIÓN

Se trata, en resumen, de un tema propio del Romanticismo, el del desconocimiento del destino humano, comparado aquí con cuatro elementos que dependen de otras fuerzas ajenas a ellos (la inercia de la saeta, el vendaval, el mar, el temblor de la luz); en el caso del poeta son las múltiples circunstancias, altibajos y adversidades que la misma vida, en su dolorosa contingencia, ofrece. El lenguaje y los versos y la comparación están perfectamente elegidos para lograr la intención del poeta.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Fotografías que hablan

La Tossa de antaño



El pasado es lo que tiene: convierte las cosas en pura añoranza. Cuando miro estas fotos, la Tossa de ahora se repliega en su tiempo de magia y poesía. Las calles nuevas, los árboles del paseo de mar, el recinto de la Vila Vella... todo desaparece ante el empuje que tiene el ayer en algunos casos, como en el de las fotografías, que no es otra cosa que el ansia de otro tiempo por eternizarse en una cartulina.



La riera es el cordón umbilical que une el pasado con el presente y prolonga la mirada de ahora hacia el futuro. Está todo el tiempo en esta agua que corre siempre hacia el mar, justo al pie de las murallas. Miro su corriente y veo a la vez a estas mujeres que lavan la ropa en ella, mujeres que están alojadas para siempre en un tiempo sin muerte,  y a los niños de ahora que chapotean en busca de una pelota o persiguiendo a alguna gaviota que ha bajado a beber agua dulce.



La playa sigue siendo la misma, aunque la fotografía nos habla de un trabajo que pasó a mejor historia. Hoy en día, los pescadores de Tossa viven de los recuerdos y los cuentan a quienes quieran oírlos. De la pesca de ayer y del mundo difícil del trabjo del mar, queda aún escondida entre el bullicio de los visitantes alguna estatua de mujer solitaria remedando redes.



Hoy de las velas que se hacían a la mar para robar a sus entrañas azules la carne apetitosa de los peces sólo queda la nostalgia reflejada en esta fotografía, y de la Vila Vella, demasiada desnudez al viento, unas ganas insaciables de adornar sus piedras con las verdes melenas de los pienos, que aguardan el futuro que hoy conocemos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Las aceitadas

LAS ACEITADAS



Cuando llegaba la Semana Santa, ya sabía yo que un día de aquellos, antes de que la escuela nos diera las vacaciones, mi madre, acompañada de alguna de mis hermanas, se pasaba la mañana en el horno de la Rúa de los Notarios, y a mediodía aparecían en el Puente cargadas con los baldes de los dulces. Magdalenas, rebojos zamoranos, pastas de anís, aceitadas… Y unas horas más tarde la casa entera olía a azúcar y a harina horneada

Recuerdo que mi madre solía poner las fuentes de las pastas bajo el baúl de la sala en espera de las ocasiones para degustarlas. Una de esas ocasiones era la del Martes Santo por la noche, momento en que la procesión del Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza cruzaba el Puente. Entonces se reflejaba en el río un mundo de luces misteriosas que portaban por un lado los cofrades y por otro los faroles de los pasos de la Virgen y el Nazareno.

La procesión se detenía en el cruce de los quioscos, frente a la plazuela, para despedirse los hermanos de ambas cofradías con sus respectivos pasos: Jesús seguía su camino hacia la iglesia de San Frontis y la Esperanza hacia la iglesia del barrio. Y cuando el silencio arrebataba el lugar que habían ocupado las cornetas y los tambores de la Cruz Roja, y los templos con sus sendas imágenes habían cerrado sus puertas, aparecía en casa Demetrio, el amigo de mi padre, vestido con su hábito de cofrade de Jesús Nazareno y la caperuza doblada bajo el brazo. Era el momento de tomar una aceitada acompañada con un vasito de anís. La reunión duraba hasta que Demetrio decía que era tarde y tenía que irse a casa.

Pero yo ya había probado por mi cuenta las aceitadas. Lo hacía a escondidas, claro. Aprovechaba el momento en que mi madre estaba haciendo algún recado por el barrio o escuchando con las vecinas algún serial radiofónico en la calle, para colarme en casa como un bandido; eso mismo me decía con tono cariñoso mi madre:

--Hijo, no sé cómo te las ingenias para estar haciendo siempre de las tuyas.

Y las mías eran cosas así, hechas a la buena de Dios, movido por la curiosidad o simplemente imitando alguna aventura que había leído en mis tebeos. La aventura de las aceitadas empezaba, pues, con una distracción de mi madre. Entonces yo subía las escaleras de madera, me colaba en la sala de en medio y me asomaba por el balcón para ver si había moros en la costa; enseguida entraba en la sala materna y me tendía sobre las baldosas frías frente al baúl que ocultaba los deliciosos dulces. Alargaba la mano por debajo del mueble y recibía un chispazo eléctrico cuando mis yemas acariciaban la cruz abierta de la aceitada. Un aluvión de jugos gástricos me incitaba al instante a rescatarla de su escondrijo. Todos aquellos gestos constituían un verdadero ritual. En cualquier momento podían oírse en lontananza los inequívocos pasos de mi madre, lontananza que se convertía en inminencia con el crujido de los escalones.

Los pasos de mi madre eran la alarma que indicaba peligro, que el plan A había fallado y había que poner en práctica el B, que consistía, simplemente, en devolver a su sitio la aceitada y salir escapado hacia la sala de los chicos y allí hacer ruido con lo primero que se me ocurriera: agitar el plumier de los lápices, arrastrar una silla o dejar caer de la caja que las contenía unas cuantas canicas; entonces, infaliblemente la voz de mi madre sonaba fiscalizadora.

--¿Ya estás otra vez con los dulces?

 Sin embargo, casi siempre llegaba su voz en el momento más crucial, cuando yo ya había alojado en mi boca la masa harinosa y dulce de la sabrosa aceitada. Entonces la cosa no tenía remedio.

 Y claro, mi aventura fracasaba casi del todo, y digo casi del todo porque al menos tenía la aceitada en la boca, aunque al verme obligado a contestarle, me atragantaba como otras veces y el dulce bocado salía disparado en todas direcciones. La consecuencia era que la aceitada que me tocaba después de comer, se quedaba en la bandeja de la mesa mientras los demás saboreaban a gusto la suya.

Pero en contra de lo que pueda parecer, yo no escarmentaba, mejor dicho: no quería escarmentar, porque con aquella aventura de la aceitada disfrutaba al límite del placer de los actos solitarios.

Como se ve, aun de mayor, no hay año en que no fabriquemos en casa una buena fuente de aceitadas.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Breve diccionario senequista

Continuamos el Diccionario con las letras B, C y D



B



Beodo

El que disputa con un beodo, disputa con un hombre ausente.

Bien 

Un solo bien puede haber en el mal: la vergüenza de haberlo hecho.

Poco bien alegra al pobre.

El bien se conoce más tarde que el mal.

No hay bien alguno que nos deleite si no lo comunicamos.

Bienes

Mejor es tener bienes, aunque sea para dejarlos, que no tenerlos.

No guardes mezquinamente tus bienes, ni los derrames con prodigalidad.

Bondad

Nunca nos avergüence si la obra es buena.

Bueno

No es bueno el que es mejor que el malvado.

Quien de verdad quiere ser bueno, lo será.








C



Callar

El que callar no puede, hablar no sabe.

Camino

Alivia el trabajo del camino el compañero elocuente.

No hay camino que no tenga fin.

Castigo

Extremadísima crueldad es dilatar el castigo.

Grosero es el tirano que castiga con la muerte.

Cielo

No es blando el camino del cielo.

Claridad

La sencillez y la claridad distinguen el lenguaje del hombre de bien.

Clemencia

El príncipe que desee sostenerse en el trono, gobierne con clemencia.

Cobardía

Es cobardía menospreciar la vida y valentía resistir las grandes desgracias.

Uno y otro es cobardía: querer y no querer morir.


Codicia

Segura es la codicia del bueno

Codicioso

No puede el codicioso ser agradecido.

Consejo

Debe tomarse consejo conforme al día y, si es posible, conforme a la hora.

Dar consejo es virtud de segundo orden.

Mejor parece a los mozos el peor consejo.

Consuelo

Halla en la desgracia consuelo el que lo prodigó en la prosperidad.

Mal consuelo es tener compañeros de desgracia.

Cruel

Cruel es quien al afligido reprende.

Crueldad

Extremadísima crueldad es dilatar el castigo.

Conceder los ruegos que son en daño del rogador es bondad cruel.

Curiosidad

Curioso es naturalmente nuestro ingenio.







D



Deber

Haz lo que debes y no lo que puedes.

Deleite

De torpes deleites no queda sino el arrepentimiento.

El deleite no es premio ni causa de virtud, sino accesorio provecho suyo.

Aun lo deleites son penosos cuando sin moderación se gozan.

Delito

El delito lleva consigo mismo el castigo.

El que, pudiendo, no evita el delito, lo consiente.

Demencia

Gran remedio es la demencia para los que temen.

Desagradecido

Desagradecido es el que agradeciendo tiene ojo a otro segundo beneficio.

Desagradecido es el que con igual beneficio agradece.

Desdicha

Difícilmente se hallan palabras que retraten al vivo las grandes desdichas.

Llamas a la desdicha cuando dichoso te haces.

Desdichado

Desdichado es el que por tal se tiene.

Nadie es desdichado si no se compara con otro.

Al desdichado le sobran y le faltan pensamientos.

No hay hombre más desdichado que el que nunca probó la adversidad.

Más cuenta tiene con Dios el desdichado que el feliz.

Al desdichado no hacer nada es lo mejor.

Desesperado

No se debe poner la espada en manos del desesperado.


Desgracia

La desgracia es a veces ocasión de virtud.

Naturalmente nos alegra el fin de nuestras desgracias.

No hay desgracia grande que dure mucho.

No sirven de nada las desgracias a aquel que no aprenda de ellas.

Consuelo es en las grandes desgracias el que no pueda sobrevenir otra mayor.

No hay mayor desgracia que la execración pública.

Para mayores desgracias guarda la fortuna a quien favorece.

Tolerable es la desgracia que es común a muchos.

Hasta la desgracia se cansa.

La desgracia imprevista nos hiere más fuertemente.

Halla en la desgracia consuelo el que lo prodigó en la prosperidad.

En las grandes desgracias faltan las lágrimas.

No hay desgracia a la que falte remedio.

Ninguna desgracia es grande si es la última.

Víspera es una desgracia de otra desgracia.

Menos nos duele la desgracia cuando hay testigos.

Menos dolor produce la desgracia que se teme de antemano.

Débil es el que por evitar las desgracias abraza la muerte, y necio el que vive por ellas solas.

Espera vencer a la desgracia el que se considera inocente.

Ligera es la desgracia que puede sufrirse, y la que no, breve.

La desgracia no llega al hombre valeroso.

Alegre nos es el recuerdo de las desgracias pasadas.

Desgraciado

Hasta la muerte huye de los desgraciados.

El desgraciado fácilmente cree.

Los desgraciados se apartan de los que aman mucho.

Muchos son desgraciados, pero los más por nuestra culpa.

Los desgraciados casi nos fuerzan a ser duros e insensibles.

No hay desgraciado que no halle consuelo con la vista de otro más desgraciado.

Deshonor

No es deshonor no alcanzar una cosa, sino cesar de poner los medios.

Destierro

En ninguna parte se siente más la pobreza que en el destierro.

No es destierro el sirio en que estamos seguros.

Dichoso

Dichoso es el que no lo parece a los otros, sino a sí mismo.

Todo es incierto aun al dichoso.

Pocos hay viejos y dichosos.

Diligencia

La diligencia nos parece tardanza cuando deseamos una cosa.

Todo lo vence la porfiada diligencia.

A nuestra diligencia debemos lo que contra la voluntad de otro alcanzamos.

Dinero

Bueno es tener fama, pero más seguro es tener dinero.

Dios

Obedecer a Dios es libertad.

Domicilio

Débese elegir un buen domicilio, útil, no sólo para el cuerpo, sino también para las buenas costumbres.